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En las tiendas de Apple del área de Washington se refieren estos días a la cita previa para probar sus gafas Vision Pro, recién puestas a la venta en Estados Unidos, como “la invitación a un viaje guiado a un asombroso lugar”. El destino, advierten, “nada tiene que ver” con el metaverso o con la realidad virtual. Esto es otra cosa: “computación espacial”, la llaman.
Y francamente, esa cosa se parece bastante a ver la vida desde el interior de un iPhone, un iPad o un ordenador Mac.
Para probar el último lanzamiento de la compañía, el primero de un nuevo producto en años, hay que reservar media hora con un especialista, y en algunas tiendas la espera es de varios días. Hay suspenses peores: a Europa, el producto no llegará hasta algún punto aún indeterminado de 2025.
Una vez concertada la cita, lo primero es pasar un examen de reconocimiento facial para medir el cráneo. No será la única ocasión en la que el potencial comprador, que tal vez no disponga de los 3.500 dólares que cuestan las gafas, pase por esa gran caja contemporánea en la que lo aparentemente gratis se paga con datos personales.
Al rato, traen un modelo ajustado a la medida de su cabeza. Viene conectado a una batería con una autonomía de dos horas, que es como la petaca de un micrófono inalámbrico; sin ella, el cacharro no funciona, así que, aclara el vendedor, quien quiera salir con él a la calle debe reservar sitio en sus bolsillos para portarla.
La principal innovación de Apple con respecto a otras gafas ―que, como las de la competidora Meta, aíslan al usuario del entorno y pueden resultar mareantes― es que es posible ir con ellas por ahí sin perder el contacto con el exterior. En otras palabras, las Vision Pro permiten estar en otro mundo y también en este. Es lo primero que adviertes al calzártelas: tras la pantalla de inicio, con su panorámica de las apps disponibles, sigues viendo lo que pasa en la realidad, por llamarla de alguna manera, aunque esa realidad sea una versión mediada por las 12 cámaras y seis micrófonos que incorpora el aparato.
Tanto accesorio influye en su peso, de entre 600 y 650 gramos, y en su tamaño, que cubre la mitad de la cara. Cuesta pensar en llevarlas de seguido hasta agotar la batería, no digamos ya en un sofocante día de verano. Por lo demás, el artefacto es un alarde de diseño, en la línea seductora de Apple, que esta vez se atreve también con el textil de la pieza que protege las gafas y de la banda de material esponjoso que las sujeta a la cabeza.
Hay tres botones claves: el que toma fotos y vídeos, una rueda para ajustar la banda, y otra, llamada la “corona digital”, que sirve para casi todo lo demás: desde encender el aparato hasta subir el volumen o regresar al inicio. El resto se maneja con la vista. Si uno quiere, por ejemplo, abrir una foto, fija los ojos en ella y junta los dedos índice y pulgar, como si estuviera pellizcando una pizca de sal.
En la tienda, la prueba se centra en la parte audiovisual, que es claramente el fuerte del invento. La presentación de las imágenes es panorámica, así que cuando te quieres dar cuenta estás en mitad de un paisaje islandés que puedes admirar de izquierda a derecha, y de arriba abajo desde el lugar en el que la imagen fue tomada. Las Vision Pro también posibilitan la inmersión en un vídeo grabado con un iPhone 15 Pro, el modelo de teléfono más reciente de la compañía y el recomendado para sacar el máximo partido a las gafas. El clip escogido para la prueba muestra el momento en el que un niño sopla las velas de su tarta de cumpleaños, y al contemplarlo es inevitable pensar hasta qué punto la tecnología cambiará el futuro del duelo, cuando sea posible revivir en tres dimensiones este o aquel instante feliz con un ser querido que pasó a mejor vida.
Las Vision Pro pueden usarse para escribir (aunque es recomendable conectar un teclado inalámbrico), consultar páginas de internet o leer el periódico, tareas que se pueden compaginar abriendo varias ventanas al mismo tiempo. También sirven para ver una película, mejor si esta es en tres dimensiones y si no dura más de dos horas, claro. Al posible comprador, que conviene que sepa que Apple ha bloqueado el consumo de los filmes pornográficos en realidad virtual en un gesto que le ha valido comparaciones con un “cinturón de castidad”, le muestran dos: un tráiler de Super Mario Bros, y otra, un pastiche en el que nada con tiburones, observa con vértigo a una funambulista cubrir la distancia entre dos cumbres o ve desde el fondo de la portería cómo mete un gol por la escuadra un jugador del Inter de Miami (el equipo de Messi, con el que Apple firmó un contrato de exclusividad millonario).
Cuando esa parte de la prueba termina, el vendedor pregunta: “¿No es increíble?”. Y ciertamente lo es, aunque tal vez poco práctico. Grandes plataformas como Netflix o Max aún no han desarrollado aplicaciones para usar en ese entorno, así que los grandes catálogos disponibles son los de Apple TV y Disney+. Y la oferta de películas en tres dimensiones, con la que sacarle el máximo partido a la innovación tecnológica, es aún escasa. También lo es, de momento, la de apps, no solo audiovisuales, disponibles, unas 600, según Apple, así como la información oficial sobre las ventas del aparato en sus primeras semanas. La compañía aún no ha compartido sus cifras, pero hay cálculos que hablan de unas 200.000 unidades.
Carne de meme
Desde su lanzamiento en la tienda de la Quinta Avenida de Nueva York a cargo de Tim Cook, consejero delegado de la tecnológica, los primeros usuarios de las Vision Pro en Estados Unidos han atraído la atención de los medios y las redes sociales y hasta han provocado la intervención del secretario de Transporte, Pete Buttigieg, que desaconsejó usarlas en el asiento delantero de uno de esos vehículos sin conductor, después de que se hiciera viral el video de un tipo a bordo de un Cybertruck de Tesla haciendo con las manos de todo menos coger el volante. El precio de estar entre los primeros acarrea además el riesgo convertirse en un meme, con esas gafas como de esquiar de las que sale un cable blanco y dibujando movimientos parecidos a los de Tom Cruise en Minority Report.
Reminder—ALL advanced driver assistance systems available today require the human driver to be in control and fully engaged in the driving task at all times. pic.twitter.com/OpPy36mOgC
— Secretary Pete Buttigieg (@SecretaryPete) February 5, 2024
A Nikias Molina, uno de ellos, le divierte que se hayan hecho virales sus aventuras con las gafas en el metro de Nueva York. Creador de contenido barcelonés de 25 años, especializado en comentar los productos Apple en su canal de YouTube, viajó a la ciudad estadounidense para hacerse con un par el mismo día en que salieron. “En realidad, creo que son para usar sentado, en tu casa”, dice en una videollamada tras dos semanas de usarlas. “Cuando las llevé por Nueva York, o en el avión de vuelta la gente me hacía muchas preguntas, y era divertido observar cómo me miraban, porque muchos no saben aún que tú también los puedes ver”. Le gustan, añade, en sus facetas de “entretenimiento” (“no hay mejor manera de ver una película, aunque sea una experiencia solitaria”) y “productividad” (“es como llevar la oficina a cuestas”). “Se puede discutir el precio, y podrían ser más ligeras, pero creo que la tecnología es revolucionaria, como asomarse al futuro”, añade.
Molina confirma que la impaciencia de algunos feligreses europeos de Apple por asomarse al último ingenio de la tecnológica ha hecho florecer un mercado paralelo en plataformas como eBay, donde flamantes propietarios estadounidenses de las gafas revenden un producto ya de por sí caro de salida. El potencial comprador a ambos lados del Atlántico debe saber que a ese precio hay que sumar los añadidos necesarios para completar la experiencia: la caja, el almacenamiento extra, los cascos inalámbricos… Total, que el precio final de las Vision Pro supera en realidad los 4.600 dólares. Y eso sí es un golpe de realidad para muchos usuarios.
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